"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


martes, 16 de septiembre de 2014

REGALO INESPERADO













En días raros como el de hoy, al final de un largo verano, con calor aún pero con lluvia, nublado y un poco triste, está bien dejarse regalar una bonita melodía. La canción se llama "Le chose che sei per me", versión de la cantante británica Katherine Jenkins.






martes, 2 de septiembre de 2014

HISTORIAS CON BICICLETAS (III). PARTICULAR HOMENAJE A FERNANDO HERNÁNDEZ "JUANILLÓN"





Hay una cita anónima del mundo del ciclismo que dice que “No se deja de pedalear cuando se envejece, sino que se envejece cuando se deja de pedalear”.  Los que somos de Utrera, tenemos una referencia inequívoca de la veracidad de esta reflexión sobre quienes practican el deporte de las dos ruedas, y es que quienes conozcan a Fernando Hernández (más conocido en el mundo ciclista como Juanillón), podrán dar fe de su vitalidad, lozanía y buen ánimo, todo un personaje y todo ejemplo para los más jóvenes.  De Juanillón se  puede escribir toda una biografía deportiva de su dilatada y laureada carrera cuasi profesional.  Habitual de los pódiums obteniendo premios y reconocimientos en eventos cicloturistas en los que sigue participando, cuenta ya con  tres cuartos de siglo en sus piernas, y suma y sigue.





Hace unos meses Juanillón dejó de verse por un tiempo en sus habituales salidas en bicicleta de montaña. Hay que decir, que se apunta  con cualquier grupo organizado que emprenda rutas, entre semana o en fines de semana, y de verde casi siempre, pues viste tanto los colores de la Peña La Fábrica Nieve como de la Asociación Legiones de Leptis, y si llueve, se le reconoce de lejos gracias a su exclusivo chubasquero color amarillo anaranjado, y es que no para. “Tiene un hombro fastidiado de un pequeño accidente, pero nada grave, pronto vuelve”, me dijeron, y me quedé más tranquilo. Pero el que no estaba tranquilo era él, ni había dejado de salir de forma habitual. Yo mismo lo descubrí en Vistalegre, en la antigua carretera de Molares, el solo, arriba y abajo, en su bicicleta, de paisano, con un alfiler de la ropa en los bajos del pantalón para no marcharlo de grasa, con su lesionado brazo en cabestrillo, y no perdiendo la forma física para así poder participar en la III Marcha Cicloturista “El Mostachón”, que organizó el Club Utrera en Bici en el mes de junio.




Pues bien, el caso es que de Juanillón se cuentan muchas historias y anécdotas, y él mismo también las cuenta muy jovial y campechano. Por poner un ejemplo de su perfil deportivo en sus comparecencias kilométricas, él no toma modernidades tales como barritas energéticas y geles isotónicos, no, el se repone con mantecados y polvorones de Estepa, hasta en los meses de Julio y Agosto y a las siete de la tarde, “para que no se me caduquen”, dice él. Aunque para historia, una de las mejores y muy  divertida,  fue la que ocurrió  hace menos de un año en una ruta de las que organiza mi amigo Antonio Soria con La Fábrica de Nieve, a la que lamentablemente no pude asistir, pero que contadas en sus distintas versiones por testigos oculares y contrastadas con el propio protagonista y su hijo Stefan, reproduzco a continuación como si hubiera estado allí mismo.

El numeroso grupo de ciclistas de montaña  en el que iba Juanillón  ese día rondaba casi la treintena, y no se podían imaginar que la ruta vespertina entresemana sería una de las más cortas en kilómetros que se recuerde y  también una de las más recordadas, y todo por culpa (aunque yo diría más bien por arte y gracia) de nuestro veterano mountain biker de referencia. Hete ahí que en dirección a la Marisma, pasado el Cortijo del Toruño por el camino paralelo a la vía del tren y antes de llegar a Las Alcantarillas, el grupo se detuvo en seco: ¡Para, para, para…! ¿Qué ha pasado? ¡Que Juanillón ha perdido su dentadura! ¿Pero cómo ha sido eso? ¡Nada, que como íbamos tan rápidos en una arrancá y del esfuerzo se le ha salido! ¿Pero cuándo? ¿Dónde? Todas las preguntas claves, vaya. Se  pueden imaginar la situación, a medio camino entre el desconcierto, la sorpresa, la incredulidad inicial, risas, sonrisas, y la posterior  solidaridad ante el singular extravío del compañero y amigo. Estuvieron dos o  tres horas buscando, todo el grupo, pero nada, se tuvieron que volver para Utrera antes de que se hiciera de noche, con Juanillón preocupado y sin su prótesis dental, que además era nueva y le había costado un buen dinerito.

De la noticia tuve conocimiento a  través de una conocida red social de telefonía móvil (del WhatsApp para ser exactos), y del seguimiento y desenlace final también, aunque enriquecido meses más tarde con aportaciones de los propios protagonistas, de viva voz, en persona y con una cervecita de por medio. ¿Pero no te diste cuenta Fernando?   “Hombre, yo sí  me di cuenta, pero como íbamos rapidillos si paraba de golpe era peligroso, porque íbamos veinte o treinta, y tirando, así que tardamos en parar por lo menos doscientos o trescientos metros. Chispa más o menos, yo sabía donde se me había caído, pero una cosa tan chica y en medio de un camino de tierra, ya se sabe…”.  Acompañado por su hijo se fue al sitio al día siguiente, del que tenía algunas referencias geográficas, pero nada, no hubo suerte.  Él solo fue una tercera vez, con igual e infructuoso resultado. En esto que va a su médico dentista, quien le informa que la reposición le va a costar mil euros. “¡Mil Euros! ¡Déme usted 24 horas!” Se va por cuarta vez al lugar, más que trillado y sectorizado por zonas, echa casi otro día entero buscando, “vamos, los ojos se me iban a salir de tanto buscar”, y cuando ya desanimado y apesadumbrado volvía a su coche dando por perdida su prótesis de forma definitiva (y los mil euros también), va y la encuentra al fin casi por casualidad “¡Allí mismo estaba! ¡Al lado de mi coche!” ¡Menos mal!

Aunque esta historia con bicicleta seguro provocará alguna que otra sonrisa, incluso puede que risa y hasta contagiosa, está escrita con todo el cariño, admiración y respeto por el deporte de la bicicleta en general, y por el amigo Juanillón en particular, al que le rindo mi humilde homenaje. Y es que como dijo el novelista, H.G. Wells, autor del El hombre Invisible entre otras novelas de ciencia ficción, "Cuando veo a un adulto en una bicicleta, no pierdo las esperanzas por el futuro de la raza humana". Pues lo mismo me pasa a mí cuando veo en bici a personas como Fernando Hernández, y esto no es ciencia ficción, sino real como la vida misma.




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