“El
día que perdemos la capacidad de asombro comenzamos a envejecer”.
Así de sencillo, breve y directo. Este sería el mensaje clave, la idea fuerza
que me gustaría tener presente en todo momento para el próximo año nuevo, para
los próximos tiempos. El objetivo sería recordarlo de forma clara e inequívoca
para no caer en esa pérdida de capacidad buscando todo lo contrario, es decir, hay
que asombrarse y emocionarse todo lo que sea posible y siempre que se pueda. Y
sé que no va a ser nada fácil, lo sé. Pero hay que intentarlo.
Porque en el intento
está la posibilidad de alcanzar el éxito o un logro. Hace mucho tiempo aprendí
que es importante ponerse metas y objetivos por encima de nuestras
posibilidades, pero no imposibles o inalcanzables; por encima, pero cercanas,
para eso mismo, para acercarnos cuanto podamos a su consecución. Otra cosa nos
llevaría a la más que segura desmotivación y abandono sin intentarlo apenas. En
cambio, esforzarnos por alcanzar nuestro cercano y motivador objetivo, nos
mantendrá despiertos, atentos, con la tensión necesaria, vivos en definitiva.
Y es que con la edad, a
medida que se van cumpliendo años, cada
vez más nos asombramos menos, lamentablemente. La situación general actual
tampoco es que acompañe mucho, la verdad sea dicha. Por poner ejemplo, uno
propio mejor, es que cada vez me equivoco menos con las personas, claro que eso
es parte de mi trabajo. Tristemente he tenido que concluir y claudicar que no
me ha sorprendido tal o cual persona, pero sí que me ha decepcionado. Por eso
cuando alguien me sorprende gratamente no dejo de alegrarme, casi emocionarme,
aunque me haya equivocado en la previsión. Lo mismo me pasa cuando pasa algo
bueno e inesperado, de forma individual o colectiva, que me alegro aún más,
porque eso es lo que nos hace falta, alegrarnos un poco y no decepcionarnos
tanto.
La capacidad de asombro
se tiene intacta en la infancia. Los niños se sorprenden constantemente en el
descubrimiento de lo nuevo, por simple que sea, como ver por vez primera pasar
un tren, o un avión, y abren los ojos de par en par, dibujan una “o” con sus
labios, y se les ilumina la cara. Esa capacidad va unida a la fantasía y a la
inocencia, pero poco a poco se va transformando, quizás advertidos ante los
miedos de sus mayores, de la dura
realidad, del “ten mucho cuidado”,
del “no te fíes de nadie”. Y mira que
es bonita esa inocencia, la de la noche de los Reyes Magos o las visitas del Ratoncito
Pérez, o de la cigüeña que trae a tu casa un hermanito, una hermanita, o ambos
dos. La que se emociona con un cuento o una marioneta hecha con un viejo
calcetín y dos botones.
Pero esa capacidad, y
otras, poco a poco van desapareciendo en muchas personas. A algunas les
desaparece de golpe. No es el caso de dos personas de las que me acuerdo de mi
época de estudiante cuando daba clases particulares de E.G.B. en el siglo
pasado, un niño de no más de seis años (hoy un hombre y padre ya), y una mujer
de más de sesenta, ya octogenaria (le falta poco para ser bisabuela), y que
aprendieron a leer conmigo y que me enseñaron mucho. Antoñito no había forma de
que leyera en su cartilla Micho la palabra “churro”:
“ch-u…chu, rr-o…rro, chu-rro, y ahora todo junto Antoñito”. Y Antoñito, en él
todo gracia y desparpajo, me dijo: “ca-len-ti-to”.
Mi cara de sorpresa y alegría sería un poema, y él se ganó un fuerte apretón de
manos, casi un abrazo. Valle, casi con vergüenza, me dijo que quería aprender
leer, a pesar de su edad, me decía. No fue para mí tan fácil como con Antoñito,
pero la satisfacción fue indescriptible cuando mi alumna leyó su primer texto
completo, después un cuento y algún que otro libro. Sus caras y la mía eran la
misma, la de asombrarnos, emocionarnos, alegrarnos e ilusionarnos, mutuamente.
Alguna vez he
recomendado algún libro. En esta ocasión
recomendaré una película, o que se vuelva a ver si se puede. Se trata de
la oscarizada “La vida es bella”, de
Roberto Benigni, y que cuenta la historia de Guido, Dora y Giosuè, una historia
para asombrarse y entrenar la capacidad de, de asombrarnos, digo.
¡Feliz Navidad y Feliz
Año 2015!